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Hay seis grandes categorías de toxinas: los pesticidas, los fertilizantes químicos, los antibióticos, los residuos de hormonas, los hidrocarburos policíclicos y los metales pesados. Estas toxinas atacan a las células en su parte más vulnerable como son sus enzimas, sus membranas y sus ácidos nucleicos.
Los resultados de la intoxicación celular conllevan a una disminución de su capacidad de producción de energía y de síntesis de proteínas, dependiendo del grado de toxicidad. A medida que hay más toxinas se va perdiendo más energía vital y la célula pierde su capacidad para multiplicarse adecuadamente. Algunas toxinas tienden más a afectar los ácidos nucleicos como el DNA. El daño producido por las toxinas en el DNA de la célula es mucho más peligroso, ya que puede alterar la su código genético. Las toxinas que afectan el DNA se llaman mutágenos y el daño al DNA se llama mutación, ya que se transmite a todas las células hijas. Las células poseen enzimas que pueden reparar el daño al DNA, reemplazando las secciones dañadas por otras que tienen la estructura correcta. Pero esta increíble capacidad de regeneración puede verse disminuida por los efectos de las toxinas mencionadas y por la edad.
Las toxinas también inducen una mayor producción de radicales libres durante la síntesis de de ATP en las mitocondrias de las células. Los radicales libres son moléculas altamente reactivas a las cuales les falta un electrón, que reaccionan rápidamente con cualquier otra molécula que se encuentre en su proximidad, dañando proteínas y enzimas cruciales y debilitando estructuras celulares. Las proteínas dañadas por los radicales libres afectan al metabolismo, ya que interfieren con la producción de otras proteínas o moléculas. Cuanto mayor es la producción de radicales libres no neutralizados en el organismo, mayor es la velocidad de envejecimiento celular y orgánico de la persona, además de un acelerado envejecimiento aparente.
El individuo se vuelve por lo tanto más susceptible a sufrir enfermedades crónicas de todo tipo. Las enfermedades crónicas que más se relacionan con la exposición alta a radicales libres son el cáncer, la diabetes, la artritis reumatoide, la enfermedad de Parkinson y el Alzheimer.
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