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El sistema inmunitario ayuda a proteger su cuerpo de sustancias extrañas o dañinas. Algunos ejemplos son bacterias, virus, toxinas, células cancerígenas y la sangre o tejidos de otra persona. El sistema inmunitario produce células y anticuerpos que destruyen estas sustancias nocivas.
A medida que usted envejece, el sistema inmunitario se vuelve más lento para responder. Esto aumenta su riesgo de enfermarse. Es posible que las vacunas antigripales u otras vacunas no funcionen tan bien ni lo protejan durante el tiempo que se esperaba.
Se puede presentar una enfermedad autoinmunitaria en la cual el sistema inmunitario ataca por error y destruye los tejidos sanos del cuerpo.
Hay una cantidad menor de células inmunitarias en el cuerpo para lograr la curación o para detectar y corregir defectos celulares y esto puede ocasionar un mayor riesgo de cáncer.
A partir de los 40 años promedio, el sistema inmunitario se vuelve menos eficaz de las siguientes maneras:
El sistema inmunitario pierde la capacidad de distinguir lo propio de lo ajeno (es decir, de detectar los antígenos extraños). Como consecuencia, los trastornos autoinmunitarios son más frecuentes.
Los macrófagos (que ingieren bacterias y otras células que no son propias del organismo) tardan más en destruir bacterias, células cancerosas y otros antígenos. Este retraso puede ser una de las razones por las que el cáncer es más frecuente después de los 40 años
Los linfocitos T (que recuerdan a los antígenos que han encontrado anteriormente) responden más despacio a los antígenos.
Hay menos glóbulos blancos (leucocitos) capaces de responder a los nuevos antígenos. Por lo tanto, cuando el organismo de las personas de edad avanzada encuentra un nuevo antígeno, tiene menos capacidad de recordarlo y de defenderse de su ataque.
Con los años se tienen cantidades menores de proteínas del complemento y no se producen tantas como a edades más tempranas en respuesta a las infecciones bacterianas.
Aunque la cantidad de anticuerpos que se producen en respuesta a un antígeno sigue siendo la misma, los anticuerpos pierden la capacidad de atacar al antígeno. Estos cambios también explican en parte por qué las vacunas son menos eficaces a medida que avanzamos en edad.